Fragmento Siete factores de éxito para escribir historias memorables
¿Cómo deben ser los inicios de un relato? ¿Te has hecho esta pregunta antes? El objetivo del escritor es captar la atención de sus lectores utilizando recursos y estrategias que estimulen la imaginación y comuniquen al lector una experiencia positiva. Sin embargo, para conseguir esto, es necesario que nuestro texto transite por un proceso de creación y corrección.
La atención es un proceso cognitivo que interviene en el procesamiento de la información. Su tarea es facilitar y regular la adquisición de información. Según Rubenstein (1982), la atención se encarga de modificar la estructura de los procesos psicológicos. Uno de sus componentes más importantes es la concentración.
Cuando leemos, la concentración juega un papel rector. Somos capaces de asimilar información en virtud de nuestra capacidad de concentración. Mientras mayor sea nuestra capacidad para concentrarnos, más rápido avanzaremos en la tarea que deseamos realizar.
Según (Kahneman, 1973), debemos interpretar la concentración en virtud de la intensidad de nuestra resistencia a desviar la atención hacia otros estímulos u objetivos secundarios. De ahí se deriva que la concentración está vinculada con el volumen y la distribución de la misma, lo que nos lleva a la conclusión de que, mientras menor sea el número de objetos al que haya que atender, mayor será nuestra capacidad para concentrar la atención.
A los efectos, debemos comprender que las capacidades de atención y concentración se encuentran vinculadas al grado de complejidad de nuestros textos. Todo aquello que convierta un texto en oscuro o difícil disminuye la capacidad de concentración, y por ende, el interés de los lectores.
Según LaBerge (1995), la atención cumple tres objetivos: selección, detección y sostenimiento, como resultado, los lectores obtienen un conjunto de beneficios definidos como precisión, rapidez y continuidad.
Estos beneficios nos ayudan a mejorar nuestra atención y evitan que disminuya la concentración. Al extrapolar los beneficios propuestos por LaBerge a los textos literarios, una de las conclusiones más evidentes a las que llegamos es que los mismos no escapan a este proceso.
Precisión
En sus textos, seleccione qué aspecto de la realidad desea mostrar, qué conflicto interesa reflejar, qué estímulo. Sea preciso en el lenguaje.
Rapidez
Un texto preciso por lo general admite una lectura rápida. Con rápida nos referimos a que la lectura se lleve a cabo sin distracción, al menos en el comienzo de la obra. La diversidad semántica de una obra no debe ir en detrimento de la precisión.
Continuidad
La continuidad se refiere al sostenimiento de la atención. Es lo que nos permite mantener determinadas conductas en el tiempo como leer o asistir a un concierto. Facilite la continuidad en sus obras para obtener el máximo posible de atención de sus lectores.
Como era de esperar, la atención se encuentra estrechamente relacionada con la motivación y con la emoción. Si la atención permite al individuo concentrarse en la realización de una tarea, la motivación y la emoción coadyuvan a que este proceso gane en intensidad.
Observe que los comienzos memorables implican una llamada de atención que implica elementos motivacionales y emotivos. Estos tres puntos se encuentran en la mayoría de los textos fundacionales de la cultura occidental. La Biblia no es una excepción, tampoco El Quijote. Una breve ojeada a dichos textos nos sacará de dudas.
¿Eres capaz de identificar este texto?
“…En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas…”.
¿Y este otro?
“…En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes…”.
¿Por qué recordamos estas obras?, ¿qué las hace especiales?
Veamos con detenimiento estos puntos.
Breve análisis del comienzo de la Biblia y El Quijote
“…En el principio creó Dios los cielos y la tierra…”.
La primera fase nos sumerge en un mundo donde aparece Dios. Según este texto, Dios es el creador de los cielos y la tierra. Luego entonces ¿es mi creador? La posibilidad de encararnos al hecho no contrastado de la existencia de un ser superior, capaz de regir nuestro destino, produce cuando menos, extrañeza; despierta nuestra atención.
Nos interesa continuar leyendo porque el texto puede responder a preguntas filosóficas profundas, vinculadas al origen y nacimiento del ser humano. Estas preguntas acompañan a nuestra especie desde siempre y han sido una constante a lo largo de nuestra evolución. ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿adónde voy?
El autor o los autores de la Biblia conocían muy bien el oficio de narrar. Dominaban los resortes psicológicos que motivan al ser humano, que captan su atención y que producen extrañeza, entendida esta última palabra, como un acto de reflexión a partir del cuestionamiento de nuestros principios éticos y morales.
Las preguntas filosóficas, enunciadas con anterioridad, nos precipitan al mundo de las emociones. En el siglo XV o incluso en el siglo XXI, un beato auténtico puede experimentar angustia al leer las palabras de la Biblia.
El caso de El Quijote, mucho más cercano en el tiempo, es un ejemplo de utopía colectiva que refleja el espíritu de una época. Analicemos en detalle esta tesis.
El principio de la obra inicia con una llamada a la evocación.
“…En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”.
Las preguntas que nos hacemos de inmediato son, ¿en qué lugar de la Mancha?, ¿Por qué no quiere acordarse de ese nombre? Luego influye el constructo que cada persona tenga sobre la Mancha y por supuesto, los prejuicios sociales de la época relacionados con la Mancha y los manchegos. Todo esto nos proporciona el contexto sobre el cual debe transitar nuestra lectura.
La gente de la época debió preguntarse quién era este hidalgo: “…de los de lanza en astillero…”. Cervantes se ubica en una posición social, equivalente en la actualidad a la de un artista de éxito. Es de suponer que en el imaginario colectivo de la época la figura del caballero o del hidalgo era preferible a la de plebeyo. Si esto es así, entonces el texto llama poderosamente la atención porque Cervantes nos coloca ante un sujeto que puede ser una representación de nuestro alter ego, al menos en una primera aproximación.
Cervantes continúa ofreciendo información relacionada que nos hace interactuar con el texto y reflexionar: “…una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches…”.
Esta frase es una observación al poder económico de Don Quijote, ¿es un noble con una fortuna venida a menos? ¿Cuántas familias se encontraban en una posición similar en dicho período?
Todos estos son elementos que motivan a seguir la lectura porque deseamos saber más. Deseamos conocer detalles que sacien nuestra curiosidad y nos transporten al mundo de las emociones.
Por último, debo señalar la sencillez de las frases utilizadas en ambas obras, su armonía y su frescura. Quizá gran parte de su potencia provenga de este hecho. En ambos casos el autor utilizó la ley de la atención para cautivar a su audiencia. Quedan enumeradas las connotaciones que tienen para nuestro trabajo elaborar textos que se ajusten, en la medida de nuestras necesidades, a los mecanismos mencionados. El tema no está agotado, en el siguiente apartado abordaremos dos puntos que a nuestro juicio son capitales, el inicio y el recuerdo.
La adquisición de información a partir de textos y el modo como los decodificamos y les asignamos significados, son procesos que están muy relacionados con nuestra manera de interpretar el mundo.
Al leer nos sumergimos en una historia. La intensidad de dicha historia influye en la manera como la recordamos. Pero además, y esto es lo importante, el efecto
FIN DEL FRAGMENTO